Cuando desde lo libre y abierto o desde la economía del procomún, nos acercamos a las organizaciones del Tercer Sector, de la economía social o a agentes relacionados con el emprendizaje social, suele generarse algo de confusión. Equívocos terminológicos, de traducción y/o interpretación, que no serían importantes, si no tuviesen también su reflejo y repercusión en el desarrollo de modelos y prácticas, entorpeciendo y limitando la potencialidad de cooperación, avance y transformación de los agentes sociales.
En general, los agentes ligados al Tercer Sector desarrollan actividades con vocación pública, generando nuevas oportunidades para la mejora constante de la sociedad, orientadas a propiciar cambios positivos en los lugares donde se desarrollan, contribuyendo a fortalecer la comunidad que las genera y/o acoge , lo que aquí vamos a denominar ' bien social'. Muchas de estas entidades son grandes y pequeñas ONG's o empresas vinculadas a lo que se conoce como Economía Alternativa y Solidaria. Tienen muchos vínculos con los movimientos sociales, la justicia social y los colectivos desfavorecidos, la inserción socio laboral, el comercio justo, la ecología, el desarrollo humano local, la cooperación internacional, etc. A este tipo de organizaciones se suman en la actualidad, otras desde el tejido empresarial tradicional y desde el emprendizaje social, que siendo conscientes de la necesidad urgente de ir más allá de las políticamente correctas medidas de RSC (responsabilidad social corporativa), están empezando a participar de modelos reformistas como el de la Economía del Bien Común, un movimiento que se construye en base a valores más socialmente responsables y sostenibles que los del Capitalismo, en lo relativo a propiedad, políticas salariales, modelo productivo, huella ecológica, etc.
Es en este último caso, en el que se apela al 'bien común', cuando el equívoco con los 'bienes comunes' se hace más patente. Ya que con un mismo término, por una parte se designa a un tipo de actitud benefactora (hacer el bien desde una perspectiva moral), y por otra, a lo relativo a la gestión de recursos compartidos, bienes comunes que nos pertenecen a todas y entre todas deben ser gestionados, esto es, el procomún (provecho común - commons en inglés-). Así, se trata de ver cómo además del bien social, las organizaciones son capaces de fomentar la proliferación de bien(es) común(es), esto es, propiciar las condiciones para que se asegure la posibilidad de transferencia, reproductibilidad, reutilización y remezcla de los recursos que gestionan y producen por el mayor número posible de personas y colectivos (desde recursos naturales o en materia de salud, educación, cultura o economía, hasta modelos de gestión, software y archivos digitales o conocimientos situados).
Para explicar de manera gráfica a qué nos referimos, recurramos a una cita clásica en relación al conocimiento libre del escritor Georges Bernard Shaw «Si tú tienes una manzana y yo tengo una manzana e intercambiamos manzanas, entonces tanto tú como yo seguimos teniendo una manzana. Pero si tú tienes una idea y yo tengo una idea e intercambiamos ideas, entonces ambos tenemos dos ideas». Tiremos del hilo de este argumento, llevándonoslo a un ámbito como el de la cooperación internacional, en el que se sitúan muchas organizaciones relacionadas con lo social: No me envíes manzanas para quitar el hambre, enséñame a plantar manzanos, a desarrollar procesos y tecnologías que optimicen el cultivo, facilítame la receta de la compota, muéstrame como articular un modelo comercial sostenible... Y articula este conocimiento de manera libre y abierta, para que sea accesible para otras comunidades, que puedan aplicarlo y adaptarlo a su contexto y producir tartas de manzana o sidra o cultivar melocotones, mandarinas o mangos. Conocimientos, que mejorados y derivados, a su vez podrán compartirse para contribuir al desarrollo de una inteligencia colectiva de dominio público.
En este artículo vamos a introducirnos en cómo hacer el tránsito, o mejor, en cómo enriquecer el bien social con los bien(es) común(es), más que en análisis de las diferencias entre la economía alternativa y solidaria, la economía del bien común y la economía del procomún . Pero para entender mejor los distintos modelos, puede ser interesante sumergirse en Empresas del Procomún, una investigación colectiva que analiza un emergente espectro de nuevas iniciativas 'empresariales' con modelos organizativos, productivos y de distribución P2P, basados en la gestión de recursos en comunidad, sin privatizar ni amenazar la existencia del recurso e incluso poniéndolo en valor y desarrollándolo.
Ética hacker para agentes sociales
Aunque la gestión de los bienes comunes cuenta con una historia de muchos siglos (así se han compartido pastos, bosques o regadíos), es desde el ámbito tecnológico desde donde más se ha actualizado esta filosofía de manera práctica, desde la “ética hacker”, el desarrollo del software libre o las redes P2P. Vamos a hacer una breve aproximación a algunos de estos conceptos, para ver cómo desde lo tecnológico pensar en su aplicación a lo social.
La ética hacker, surgida y aplicada en la cultura de los aficionados a la informática de los años sesenta y setenta y de las comunidades virtuales de desarrolladores de software -que tiene como a uno de sus principales referentes teóricos al finlandés Pekka Himanen-, se basa como valor principal en el acceso libre a la información y al código fuente; combinado con otros valores como pasión, libertad. conciencia social, creatividad o accesibilidad; y una actitud ecológica que se resume en la premisa «Ningún problema debería resolverse dos veces». La figura del hacker (muy desvirtuada y criminalizada ante la opinión pública) se presenta como la de alguien que trabaja de modo comprometido y flexible, con gran entusiasmo por lo que hace, desde el goce, frente a la ética protestante del trabajo propia del Capitalismo. Esta figura, bien podría ser la del activista, el emprendedor social o la persona voluntaria del siglo XXI, que desde lo libre y abierto, toma la iniciativa, se arriesga, se comprometerse con determinación con una idea con la que contribuir a un avance positivo de la sociedad.
La manera de que el conocimiento fluya, se extienda y tenga un efecto socialmente transformador multiplicador, se consigue en gran medida gracias al código abierto ( open source ). Con código abierto nos referimos al libre acceso, reproducción y distribución del código fuente -la información y/o conocimiento, ya sea en forma de un patrón, un diseño, unos datos, una metodología, una programación, un manual didáctico, etc.-, de cualquier producto, servicio o actividad. El código abierto (frente a modelos cerrados) facilita la replica, la reutilización, la recontextualización, la remezcla, en distintas comunidades conectadas en red; permite la acción viral y la producción de derivados del original para su adaptación y mejora exponencial (gracias a la colaboración distribuida).
Quizá la mejor manera de resumir esto sea recordar las 4 libertades del software libre, perfectamente aplicables a otras actividades y a la vida misma:
0.- Copia y utilización.
1.- Acceso código fuente (programa, patrón, diseño, metodología, manual).
2.- Modificación, mejora, derivados y nuevas aplicaciones, remezcla.
3.- Comunicación pública, distribución, explotación.
Y es que el código abierto ejemplifica y ha ce operativo el deseo de accesibilidad y colaboración en torno a un proyecto común; y posibilita que otras personas puedan generar oportunidades derivadas, productos y servicios sostenibles. Pero desde los ámbitos relacionados tradicionalmente con lo social seguimos trabajando en gran medida desde el desconocimiento o la inconsciencia sobre lo libre y abierto en sus dimensiones práctica y política, o desde un deseo difuso de ser abiertos. Un deseo que corre el riesgo de quedar en mera retórica bienintencionada si no lo articulamos, si no abandonamos ciertas inercias (muchas de nuestras organizaciones son piramidales y personalistas y funcionan bajo una lógica de competencia frente a organizaciones similares) y perdemos algunos miedos (siempre pensamos que son 'los malos' quienes van a venir a copiarnos y robarnos, en vez de pensar al contrario, en la cantidad de personas con objetivos y valores similares a los nuestros que van aprovechar lo que hemos hecho y que partiendo de ello, además van a devolverlo mejorado, lo que a nosotras mismas nos beneficiará y permitirá avanzar).
Para hacer efectivo este deseo de abrirnos, además de utilizar formatos estándar que faciliten acceder, compartir y poner en valor la información para transformarla en conocimiento y acción, hay que utilizar alguna de las numerosas licencias libres y/o abiertas que están proliferando (p.e. Creative Commons o GPL), que propician el 'rastro' de los proyectos con diferentes especificaciones y/o restricciones; permitiendo explícitamente la copia, comunicación pública, distribución, modificación y/o explotación de parte o de la totalidad de cada proyecto. Estas licencias no sólo permiten preservar la autoría original y el posible control sobre los usos derivados de los proyectos, sino que representan un verdadero mecanismo de replicación y difusión, para imaginar y producir nuevos modelos y posibilidades en red.
Pero el verdadero reto no es utilizar estas licencias, sino interiorizar sus valores y lógica de funcionamiento de manera transversal a nuestros proyectos y formas de relacionarnos. Un paso importante para ello es abandonar los decadentes modelos centralizados por los que nos hemos regido socialmente y tener consciencia de nosotras mismas y nuestras organizaciones como parte de un ecosistema diverso, de una tupida red descentralizada de la que somos un nodo más, que desde la federación con otros nodos y la generación de sistemas emergentes y estructuras temporales, podremos acometer proyectos comunes. Para profundizar en esto os dejamos: una historia ilustrada sobre la teoría de las redes en base a l os modelos descritos por Paul Baran, de la gente de Las Indias, que han tratado mucho y bien estas cuestiones.
¿Por dónde empezar? Abrir los datos
Una buena manera de comenzar a probar con esto de lo abierto puede ser incorporar a nuestro trabajo la filosofía del opendata. Se trata de fomentar la transparencia y la accesibilidad a la información (datos relativos a nuestra actividad, auditorias sociales, memorias anuales y de proyectos, presupuestos, etc.), especialmente los de la administración pública, pero también los datos generados por organizaciones de la sociedad civil.
Podemos pensar que ya estamos haciendo esto publicando nuestra información en pdf (ya sea con el tradicional copyright o bajo licencias libres), como ya hacen por lo general casi todas las entidades (por poner dos ejemplos: las memorias anuales de Ayuda en Acción o las cuentas auditadas de Setem). ¡Pero no es así! Los datos deben publicarse de forma cualitativa, en formatos legibles por máquinas, según estándares tecnológicos abiertos que los hagan interoperables entre si. De ese modo, se facilitará la tarea a terceros para que los utilicen y transformen añadiendo valor, en forma de aplicaciones/servicios (web, móviles), resúmenes o informes.
Así que terminamos este artículo con algunos ejemplos prácticos muy diversos, que puedan servirnos de referencia y animarnos a abrirnos un poco más, para que nuestra actividad, además de al bien social, contribuya a los bienes comunes: Tu derecho a saber un proyecto web de Access Info Europe y Civio que facilita solicitar información a cualquier institución pública española para hacer efectiva la Ley de Transparencia; la articulación del Mercado Social de REAS que actualmente está en campaña en REAS y que es un muy buen ejemplo de cómo desde la economía alternativa y solidaria ya están comenzando a profundizar en lo abierto; Hazlo Posible y su proyecto Tu código puede cambiar el mundo, que pone en relación proyectos sociales y programadores; numerosos mapas de geolocalización de datos como Safe Cast sobre radiación nuclear, Smart Citizen sobre contaminación atmosférica o España en llamas sobre incendios forestales; el proyecto La Cura de Salvatore Laconesi que al diagnosticársele un cáncer de cerebro, decide hackear su informe médico y distribuirlo en la red en busca de una cura; iniciativas que combinan la economía social y el diseño abierto como #ArteDeMisManos un deshidratador solar de frutas y verduras o Infinit Loop un envoltorio reutilizable y una red social de regalos responsables desde un taller de inserción socio-laboral; o Eye Writer que surge cuando el graffitero Tony Quan se queda postrado en una cama a causa de una esclerosis lateral amiotrófica y sus amigos crean un aparato capaz de seguir el movimiento de los ojos y transformarlo en pinceladas.
Y abrir nuestros datos y el código fuente es sólo el principio, porque desde lo social tenemos muchas cosas que replantearnos. Puede darnos vértigo, pero es más sencillo de lo que parece, es emocionante, más aun, si no lo hacemos solas. Compartimos aquí para cerrar un post de ColaBoraBora sobre esas recurrentes preguntas, retos, posibilidades que suelen surgir desde lo social a la hora de desaprender y repensarse.
Este post ha sido publicado originariamente en nuestra sección de Colaboratorio en eldiario.es